miércoles, 26 de agosto de 2009

DIOS MIO…

Ayúdame a decir la palabra de verdad en la cara de los fuertes, y a no mentir para congraciarme el aplauso de los débiles. Si me das dinero, no tomes mi felicidad. Si me das fuerzas, no quites mi raciocinio. Si me das éxito no me quites la humildad. Si me das humildad, no me quites mi dignidad. Ayúdame a conocer la otra cara de la imagen, y no me dejes acusar a mis adversarios, tachándoles de traidores porque no comparten mi criterio. Enséñame a amar a los demás como me amo a mi mismo, y a juzgarme como lo hago con los demás. No me dejes embriagar con el éxito cuando lo logre, ni desesperarme si fracaso. Más bien, hazme siempre recordar que el fracaso es la prueba que antecede al éxito. ENSEÑAME… Que la tolerancia es el más alto grado de la fuerza, y que el deseo de venganza es la primera manifestación de la debilidad. Si me despojas de dinero, déjame la esperanza. Y si me despojas del éxito, déjame la fuerza de voluntad para poder vencer el fracaso. Si me despojas del don de la salud, déjame la gracia de la fe. Si hago daño a la gente, dame la fuerza de la disculpa. Y si la gente me hace daño, dame la fuerza del perdón y la clemencia. DIOS MIO… Si te olvido ¡No me olvides! Amén.