Casi a diario vemos en las autoridades y en quiénes lideran por diversas razones y circunstancias, a grupos sociales, a los pueblos o al país hacer derroche exagerado de soberbia y casi cero de humildad. Ocupar un cargo o ejercer el liderazgo, implica tácitamente deponer el ego que genera la soberbia. El ego es como la niebla. Mientras más se preocupan por satisfacer su amor propio, la niebla se vuelve más densa y repercute tanto en su eficacia como en la competitividad del grupo social, el pueblo o la nación. Las autoridades están obligadas ha orientarse hacia los demás. Si no miran con atención su entorno, difícilmente llegarán a su destino. Es como conducir un auto con los ojos vendados. En cualquier momento corre el riesgo de colisionar con sus propios impulsos y generar un terrible accidente en el talento humano de sus liderados o representados. Tiene que quitarse la venda del ego para poder mirar los objetivos del interés común y decir "nosotros" en vez de "yo". Esa es la postura que debe tomar cualquier persona que pretenda convertirse en líder, autoridad o mandatario, actuar con humildad sepultando su ego.
La humildad es como la luz al final del túnel. En medio del túnel puede mirar atrás y retroceder en la oscuridad para perderse en su soberbia, en cambio si mira adelante, verá que al fondo brilla la esperanza de poder reconocer en que ha fallado y así adoptar medidas para corregir sus errores, empezar de nuevo y transmitir esa actitud de amor a sus representados.
La gran crisis humana en los grupos sociales, los pueblos y las naciones, se debe primordialmente a una falta de humildad, para saber recomenzar cuando se ha fallado, pero también para tener la valentía de reconocer en qué se ha caído o equivocado y cómo corregirse. Este caerse y saber levantarse con dignidad, encierran el ciclo de vida de toda gran autoridad o de todo gran mandatario o líder.
Humildad implica no sentirse más que los demás, esperando a veces obsesivamente a sentirse admirado o servido por los colaboradores, sino mas bien a darle la mano y a servir a quienes les rodean ayudándoles a desarrollarse como personas humanas.
Cuando suceden situaciones conflictivas, existen dos caminos, el de negarlo todo o el de reconocer sus aspiraciones. La primera lleva a centrarse en el amor propio o el ego, la segunda permite ponerse en el lugar de los demás. La clave del líder en circunstancias de conflicto, es la humildad.
El cambio depende de ti, en tu interior está esa voz de humildad que te lleva a ser mejor, a reconocerte falible e imperfecto. ¡Una autoridad sin humildad no es una verdadera autoridad!