lunes, 10 de enero de 2011

EL PODER DE UNIDAD

Se cuenta que cierta vez dos hermanos que vivían en granjas vecinas, separados apenas por un río, entraron en conflicto. Fue la primera gran desavenencia en toda una vida uno al lado del otro, compartiendo las herramientas, cuidándose mutuamente y al final de cada día, atravesaban el río disfrutando uno de la compañía del otro. A pesar del cansancio, hacían la caminata con placer, pues se amaban.
Pero ahora todo había cambiado. Lo que comenzara con un pequeño malentendido finalmente explotó en un cambio de insultantes palabras, seguidas por semanas de total silencio. Una mañana el hermano mayor sintió que golpeaban su puerta. Cuando abrió vio un hombre con una caja de herramientas de carpintero en la mano. Estoy buscando trabajo, dijo este. Quizá usted tenga un pequeño servicio que yo pueda hacer. Sí, dijo el granjero, claro que tengo trabajo para usted. ¿Ve aquella granja al otro lado del río? Es de mi vecino. No, en realidad es de mi hermano menor. Nos peleamos y no puedo soportarlo más. ¿Ve aquella pila de madera cerca del granero? Quiero que usted construya una cerca bien alta a lo largo del río para que yo no precise verlo más.
Creo que entiendo la situación, dijo el carpintero. Haré un trabajo que lo dejará a usted satisfecho. Como precisaba ir a la ciudad, el hermano mayor ayudó al carpintero a encontrar el material y partió. El hombre trabajó arduamente durante todo aquel día. Ya anochecía cuando terminó su obra.
El granjero regresó de su viaje y sus ojos no podían creer lo que veían. ¡No había ningún cerco! En vez de cerco había un puente que unía a las dos márgenes del río. Era realmente un bello trabajo, pero el granjero estaba furioso y le dijo: Usted fue muy atrevido en construir ese puente después de todo lo que yo le conté.
Sin embargo las sorpresas no habían terminado. Al mirar nuevamente al puente, vio a su hermano que se acercaba desde la otra margen, corriendo con los brazos abiertos. Por un instante permaneció inmóvil pero, de repente en un impulso, corrió en dirección del otro y se estrecharon en un fuerte abrazo.
El carpintero estaba partiendo con su caja de herramientas cuando el hermano que lo contrató le dijo emocionado: ¡espere!, Quédese con nosotros por algunos días. El carpintero respondió: Me encantaría quedarme pero, desgraciadamente, tengo muchos otros puentes que construir.
¿Está necesitando un carpintero, o es capaz de construir su propio puente para aproximarse a aquellos con los que rompió su amistad? Todos tenemos la tentación de aislarnos ante un desengaño o un desencanto. Es una tendencia de auto defensa. Cortamos la comunicación con los demás para sufrir menos. Y nos engañamos obrando así. La soledad casi nunca es falta de compañía, es casi siempre sobra de egoísmo. Únicamente el egoísta puede decir que está sólo, porque ha hecho de su vida una isla.

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