miércoles, 14 de abril de 2010

¿LA POLÍTICA ES CORRUPTA?

La política no es corrupta, por que la política no tiene existencia en sí misma, sino en las personas que la viven, activan o conforman. Como cualquier otra actividad humana, son las personas quienes la enaltecen cuando actúan bien (honestidad, ética, responsabilidad, etc.); pero CUANDO ACTUAL MAL, la deshonran, humillan, degradan, desacreditan, deterioran, manchan, prostituyen, pervierten, rebajan, denigran, ensucian, corrompen.
En Perú por ejemplo, mientras los municipios, las regiones, el congreso siga a merced de aventureros, corruptos y arribistas sin mérito alguno, generaciones enteras de hombres o mujeres valiosos, jóvenes y veteranos, ven frustradas sus aspiraciones por estar frente a una absurda realidad negativa generado por politiqueros. Es así, que al político peruano le importa un comino el astronómico número de desocupados, desempleados, adultos mayores, alcohólicos, drogadictos, homosexuales, prostitutas, delincuentes, dementes, mendigos y suicidas; es decir, esta parte de la población, para el politico es algo que debe resolver el policía o el cura de la parroquia, por que la mayor preocupación de ellos es sacar el máximo provecho del cargo en beneficio personal, familiar y grupal. Sería una mentira concebir la política como algo sucio, puesto que desde Aristóteles, Pericles y Platón, hasta Tomas Moore y Juan Pablo II, quedó establecido que la política ejercida con decencia es una de las virtudes más nobles. No cabe duda que la codicia, el engaño, el fraude, el interés personal, circulan en nuestro país a los ojos de todos, sin ser aludidos ni denunciados; como tanto político indecente enriqueciéndose, mintiendo, paseándose por el mundo ocultando la verdad o prometiendo lo que sabe que no va a cumplir.
Lo que hay que hacer es adecentar, es decir, poner decente, limpio, en orden la sociedad como anhelamos los que queremos vivir decentemente. Y como dijo el poeta: "Que aquí ninguno se siente, / y el que se venga a sentar, / se porte como la gente". Es trascendental preocuparnos por vivir el valor de la decencia, porque garantiza la unión y estabilidad del país y sus familias. Los jóvenes saben que la verdadera realización personal no se alcanza con la satisfacción de los placeres, sino a través del desarrollo profesional, el trabajo y la formación intelectual. Tal vez por eso la decencia es motivo de burla, porque no es un valor para tímidos, ociosos y cobardes que se dejan llevar por la soberbia, el facilismo, las mentiras, los chismes, el chantaje, la comparación destructiva o la comodidad y el placer; la decencia es un valor que templa el carácter, lo fortifica y ennoblece con esfuerzo diario. Solo cuando dejamos de esforzarnos llega el fracaso. No hace falta empujar a la vida. Cuando el esfuerzo es necesario la fuerza aparece. Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa. En su larga historia, la clase política del Perú mantiene marginado a la gran población andina, dejándolo fuera de la historia del Perú oficial, hasta hoy. El sector criollo y politiquero capturó el Estado, creándose una tendencia a la exclusión. No hemos tenido un estado nacionalizador como las repúblicas modernas que incluso cambiaron su dieta alimenticia como Irlanda y Alemania, que dejaron el trigo por la papa. El reto consiste en cambiar la conciencia ciudadana y lograr que se imponga la madurez cívica, tanto como para marginar a los zánganos de la política; luego lanzar y elegir en los cargos públicos, a ciudadanos honestos de íntegra composición moral, prestos a tomar parte en la administración del país asociando a sus virtudes cívicas una voluntad de hierro para no cejar ante la corrupción y trabajar por y para todos, en igualdad y no por sus bolsillos.

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