Muchos se angustian por
problemas que, en su mayoría, nunca llegan a hacerse realidad. Sufren con
anticipación, pensando e imaginando cosas que pudieran suceder. La mayoría de
nuestras preocupaciones se deben a la falta de confianza en Dios.
Un hacendado fue a la ciudad y le preguntó al dueño de un
restaurante si podía utilizar un millón de piernas de sapos. El dueño del
restaurante quedó asustado y quiso saber dónde pretendía el hacendado conseguir
tantas piernas de sapos. El hacendado le respondió: Cerca de mi casa hay un
pequeño lago que está invadido e infestado de esos bichos. Son millares y hacen
un barullo infernal, croando toda la noche. ¡Me estoy volviendo loco!
Quedó decidido, entonces, que el hombre le traería
quinientos sapos por semana, durante algún tiempo. En la primera semana, el
hacendado volvió al restaurante un poco avergonzado, pues traía en sus manos
dos sapos. El comerciante le preguntó: ¿Dónde está mi pedido?
El hombre respondió: Yo estaba totalmente engañado. ¡Había
solo estos dos pequeños sapos en el lago! Ellos solos son los que hacían todo
el barullo.
La próxima vez que
alguien te critique o se ría de ti, acuérdate de que no son miles de sapos los
que hacen todo el barullo, sino apenas dos sapitos. Mientras dos critican y
ríen, cientos te apoyan y animan.
Acuérdate de que las angustias y los problemas parecen
mayores en la oscuridad. Hay una posibilidad muy grande de que, cuando llegue
mañana y lo pienses mejor, el problema habrá disminuido su importancia o habrá
desaparecido, quedando en su lugar un asunto de fácil solución.
Lo mejor es dejar las preocupaciones en las manos de Dios.
Ten hoy un día feliz, sabiendo que Dios está en el control de tu vida.
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