Una de las cosas más difíciles en la vida del
ser humano es aprender a equivocarse. No me refiero al hecho en sí de fallar,
de cometer un error ya que eso es muy fácil, sino de equivocarse y no
derrumbarse, de saber reconocer un error sin sentirse terriblemente humillado.
Muchas personas por terror a hacer las cosas
mal y a quedar en ridículo, dejan de hacer cosas que en el fondo desean
tanto... Personas así tienen mucho de ”perfeccionistas” por ejemplo la creencia
en que todo trabajo debe estar religiosamente bien hecho, el procurar terminar
bien las cosas y si fuera en el menor tiempo mejor, cuidar los detalles en c/u
de sus movimientos, etc. Todo esto puede ser excelente, pero recordemos que no
existe “la perfección”, siempre hay algo que falla.
Quienes desean ser perfectos, generalmente
viven tensos, su minuciosidad les hace ser lentos. Es importante saber que los
fracasos son algo connatural al hombre, le siguen como la sombra al cuerpo. No
existe persona en el mundo que no se haya equivocado alguna vez. Debemos
aprender a darnos cuenta de que no es una tragedia equivocarse, puesto que la
calidad y superación de toda persona no está en no fallar, sino en saber
reponerse de sus errores y simplemente, seguir adelante.
Da pena ver a personas inteligentes venirse
abajo y abandonar una carrera al recibir su primer jalado; a chicos o chicas
que fracasan en su primer noviazgo y maldicen contra toda la humanidad; a otros
que no pueden soportar una pequeña traición o un mal momento con los amigos...
sea lo que sea, es necesario decirles, aunque les duela, que el mayor de los fracasos es dejar de hacer
las cosas por miedo a fracasar.
Recordemos que errores los cometemos todos,
somos seres humanos imperfectos, no existe la perfección. Queda en nosotros
encontrar el lado bueno de cada mal paso que se nos presente. Unos sacan de sus
errores enseñanza, experiencia para el futuro y sobretodo humildad al reconocer
que se equivocaron, mientras que otros sólo obtienen amargura y pesimismo.
¿Cuál de ellos eres tú?
Para
finalizar, una pequeña historia:
Carlos encuentra a su hermana Olga llorando
desconsoladamente:
¿Qué te pasa Olga? Me duelen los pies
–responde sollozando.
Carlos ve los pies de su hermana y le dice: Claro,
te has puesto los zapatos al revés.
Olga, tras un instante de comprobar que su
hermano estaba en lo cierto, comienza a llorar más fuerte. Carlos desconcertado lo interrumpe:
¿Y ahora qué te pasa? ¡Ahora me duele mi “odgullo”!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
mostrar siempre