Un día el hijo le dijo a su padre: Papá quiero que me tomes una foto junto al rosal que planté. Acaba de abrirse una rosa increíble. El padre le respondió: Sí hijo, mañana tomaremos esa foto. Al día siguiente, la rosa ya no existía. El viento de la noche la deshojó en silencio. Cuando abrió la puerta del jardín, con la cámara en la mano, dispuesto a hacer hoy lo que debía de haber hecho ayer, era demasiado tarde. La mirada de su hijo se le clavó en el alma.
Cuántas veces en la vida, lo que se tiene que hacer hoy, se deja para mañana de buena fe. Los resultados son tristes, el tiempo no pasa en balde, bastan a veces unas horas, unos minutos, unos segundos para que todo sea distinto.
Era una rosa bella, sus pétalos amarillos lucían la mañana de ayer en forma espléndida, su apariencia era en verdad impresionante, pero esa rosa, ya no existe. Sólo unos pétalos en el pasto, sólo un tallo espinoso meciéndose burlonamente, y era la única rosa del rosal.
En la vida de todo ser humano puede repetirse lo que sucedió ese día. En la vida alguien puede decirnos: Por favor ¿podrías darme? ¿Podrías prestarme? ¿Podrías ayudarme? Y Nosotros también podemos contestar: ¡Mañana!
¡Cuidado! Bien dice el proverbio: No dejes para mañana, lo que puedes hacer hoy. El pasado ya no existe; mientras escuchas mis palabras, el presente se diluye como agua cristalina en un cedazo; y cuando menos pienses, todo será ayer. Del ayer no rescatamos nada. Si acaso, aquel recuerdo, aquella melodía, aquel deseo perdido, aquella ilusión despedazada. Del ayer, no queda nada. Sólo un mundo imposible que nace y muere en un suspiro.
Píenselo bien: Haz hoy lo que tengas que hacer, olvídate del mañana, vive el hoy. No te vaya a suceder que Dios te pida un día algo y te halles en la misma angustia de querer fotografiar la rosa que ya no existe.
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