En el país impera la “cultura del vivo”, ese comportamiento social dónde evadir impuestos te hace más “atrevido”, colarse en una fila para no esperar, más “inteligente”, coimear a un policía cosa de todos los días, entornillarse en los cargos, muy rentable. La cultura del vivo son diversas actitudes que tristemente se vuelven tan comunes al extremo de ser aceptadas por la población como normales, a pesar de denigrar la conducta social. Hemos aprendido a ensuciar nuestras calles y a acelerar en lugar de ceder el paso, al extremo que hoy en día, quién se maneja por las reglas sociales, difícilmente sobrevive.
La crisis social que asfixia al Perú no es sólo culpa de los gobernantes que siempre acusamos, es también nuestra. Cada uno de nosotros cargamos la responsabilidad de elegir a nuestros gobernantes y unidos formamos el conjunto. Hasta que no podamos consolidar un “pacto social” a través del cual todos cuidemos nuestras calles y parques porque sepamos que los que lleguen después también lo harán, aprendamos a dar paso a un transeúnte porque sepamos que cuando a nosotros nos toque caminar nos lo darán; ayudemos a evitar un asalto o un robo, porque sepamos que luego harán lo mismo con nosotros o la familia; no podremos superar la gran cadena de problemas sociales que venimos arrastrando hace ya demasiados años.
A consecuencia de la cultura del vivo, reciben igual sueldo los que trabajan bien y los que no trabajan bien, se pierde tiempo esperando al impuntual e irresponsable, se dan leyes para no fumar en la vía pública o ceder el asiento o la fila a gestantes, madres con niños, ancianos, etc., que nadie respeta, se inventan minutos de tolerancia, se adulteran productos, se falsifican documentos, billetes y monedas, se filtran donde no son invitados, recibe un vuelto que no corresponde y se quedan callados, se grita y humilla al humilde o marginado, se inclina la balanza de la justicia al poder del dinero, se idolatran los cargos, etc.
Combatir la lacra social, conocida como “cultura del vivo” implica de nuestra parte, convertirse en ejemplos a los que mirar y los hogares en lugares donde se den valores para aprender a asumir nuestra responsabilidad como ciudadanos; y, de otra parte, el estado debe invertir para hacer posible una educación adecuada para todos, un buen sistema de justicia, proveer más oportunidades laborales, entre otros, pero ninguno de estos avances nos llevará a ser un país desarrollado si no se libra en la célula social, el hogar; la batalla contra la “cultura del vivo”.
Mientras más crezca un verdadero orgullo de ser peruanos, más se fortalecerá nuestra ciudadanía y con ella la inclusión, la responsabilidad y el sentimiento de que verdaderamente, SI SE PUEDE. Sin duda alguna no todos nuestros problemas son sociales, pero si lo es la raíz de muchos de ellos. Si empezamos los cambios en nosotros mismos, tal vez antes de darnos cuenta podamos cambiar, desde abajo hacia arriba, nuestro destino.