No podemos enseñar valores, debemos vivir valores. No podemos dar un sentido a la vida de los demás. Lo que podemos brindarles en su camino por la vida es ejemplo: el ejemplo de lo que somos. Vivimos en una época y en una sociedad en las que, cada vez más, "solamente sobrevivir" parece haberse convertido en el único valor.
Se habla de transmitir valores, de educar en valores, de preguntarnos por nuestros valores y por los que les dejamos a nuestros hijos. Quizás cada uno de nosotros, debiéramos preguntarnos, ¿cómo estamos viviendo aquellos valores que declamamos?. ¿Porque los valores son verbos antes que sustantivos?. En un mundo en el que basta una mentira repetida para invadir y destruir un país, en un mundo en el que un candidato, ya convertido en presidente, puede admitir que mintió para ganar porque, si no, no lo hubieran votado; en un mundo en el que las leyes sólo se invocan para que las cumplan los otros y en el que los derechos se reclaman pronto y las obligaciones se olvidan rápido; en un mundo en el que no tener es no ser, en el que consumir se percibe como sinónimo de vivir y en el que se cree que la adrenalina es más importante que la sangre y, por lo tanto, hay que generarla todo el tiempo y de cualquier modo, ¿de qué hablamos al hablar de valores? ¿Qué decimos, más allá de palabras bellas, o fuertes, o asertivas, cuando proponemos valores?
Calígula, cuando decide apoderarse de las herencias de todos los ciudadanos de Roma, previa ejecución de los mismos, lo justifica de una manera brutal: "Si el tesoro tiene importancia, la vida humana no la tiene. La vida no vale nada ya que el dinero lo es todo." Resulta estremecedor observar el paisaje cotidiano de nuestra sociedad y apreciar los modelos que, cada vez más, prevalecen en las relaciones interpersonales, porque, sin distinción de clase, de nivel cultural o económico, parecería que la idea de Calígula se impone. Por eso, en estos días sombríos, es importante no seguir adormeciendo la conciencia bajo torrentes de palabras o discursos. Los políticos, educadores, profesionales, funcionarios y también cada hombre, cada mujer, cada pobre, cada padre, cada madre, o cada cual en su espacio más propio, íntimo y cotidiano, deben tener la conciencia muy despierta. Es la conciencia la que guía al hombre a buscar el sentido en situaciones concretas de la vida. De lo contrario el festival de sin sentido y vacío o de la conciencia dormida, dopada y anestesiada en nuestra sociedad, dos mil años después, podría volver a tener a Calígula como líder y mentor. (Del libro TÚNEL DE LA VIDA. Pedidos al 993 212 512 ó ha jorgemaximo7@hotmail.com)
domingo, 26 de julio de 2009
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