La
mayoría de la gente llega a tener una opinión elevada de sí misma por
comparación con los demás. Al fijarnos en los otros, solemos decir: "No
soy como aquel" o "Soy superior a esas personas".
El
orgullo no existe en el vacío. En el proceso de elevarnos para colocarnos sobre
un pedestal, inevitablemente degradamos al resto al llano.
Un
poema anónimo expresa de manera inteligente este lastimoso atributo de la
humanidad:
Soñé
que la muerte me visitaba la otra noche y que se abrían las puertas de los
cielos. Amablemente
un ángel me condujo al interior. Y allí,
para mi asombro, estaban algunas personas que conocí en la tierra: aquellos que
yo había juzgado como incapaces o de poco valor. Palabras
de indignación llegaron hasta mis labios, pero jamás las dejé salir; porque
todos esos rostros estaban llenos de asombro... ¡Nadie esperaba que yo
estuviera allí!
En
lugar de compararse con los demás, mídase respecto de su propio potencial.
Siempre se puede crecer, lograr más y soñar en grande. El secreto más difícil
de guardar para el hombre es la opinión que tiene de sí mismo.
Romanos
12:3 Por el encargo que Dios me ha dado, digo a todos ustedes que ninguno
piense de sí mismo más de lo que debe pensar. Antes bien, cada uno piense de sí
con moderación.
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