Nuestras
cargas nos pueden hacer mejores de lo que imaginamos: más fuertes, más
pacientes, más valientes, más amables, y más amorosos de lo que hubiéramos sido
de no ser por ellas.
Un
joven, que no sabía qué hacer con tantos problemas, oraba en su cama, y así
cayó en un profundo sueño. En sus sueños él ve a Dios, y le dice: “Señor, no
puedo seguir, mi cruz es demasiado pesada”. El Señor, lo lleva ante un ángel,
el cual le muestra una opción y le dice:
“Joven, si no puedes llevar el peso de tu cruz, puedes guardarla dentro de esa habitación que ves ahí. Después, escoge de entre todas las demás cruces que ahí se encuentran, la cruz que tú quieras”. El joven suspiró aliviado. -“Gracias”, dijo, e hizo como le indicó el ángel. Entró a la habitación y entregó allí su cruz y continuó su recorrido a través de toda esa enorme habitación buscando una cruz que le viniera más cómoda de llevar.
“Joven, si no puedes llevar el peso de tu cruz, puedes guardarla dentro de esa habitación que ves ahí. Después, escoge de entre todas las demás cruces que ahí se encuentran, la cruz que tú quieras”. El joven suspiró aliviado. -“Gracias”, dijo, e hizo como le indicó el ángel. Entró a la habitación y entregó allí su cruz y continuó su recorrido a través de toda esa enorme habitación buscando una cruz que le viniera más cómoda de llevar.
Vio
muchas cruces, algunas tan grandes que no les podía ver la parte de arriba,
pero siguió su búsqueda por la habitación que pareciera no tener fin, probó
toda clase de cruces que ahí se encontraban. Algunas fueron muy pesadas, otras
tan pequeñas que le parecían muy fáciles de sobrellevar, y él no quería decepcionar
al Señor, así que siguió caminando hasta que vio una cruz apoyada en un extremo
de la habitación, al probarla sintió que le quedaba muy bien, no era ligera y
sin embargo no pesaba demasiado, así que decidió tomarla con un poco de
esfuerzo… se la acomodó a su espalda y buscó al ángel.
“Angel”,
susurró, “quisiera ésta”.
El
ángel empezó a exclamar algunas palabras, pero el Señor se dirigió al joven
diciéndole: -“Hijo mío, no existe mejor elección, felicidades”. -El joven se
retiró lleno de alegría.
El
ángel le dijo a Dios: “Pero Señor, el joven se lleva la misma cruz con la que
llegó aquí.” Cualquiera que sea tu cruz, cualquiera que sea tu dolor, siempre
brillará el sol después de una tormenta.
Cuando
los problemas de la vida nos parecen abrumadores, debemos estar alegres y
agradecidos porque sabemos que el Señor no nos va a dar más carga que la que
podamos llevar y aún, con nuestras cargas, sus brazos estarán alrededor de
nuestra vida para ayudarnos a llevarla.
Mateo
11:28-30 Jesús dijo: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y
yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi
yugo es fácil y ligera mi carga.
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