El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar
una vieja granja, acababa de finalizar un duro primer día de trabajo. Su cortadora
eléctrica se dañó y lo hizo perder una hora de trabajo y luego su antiguo
camión se negó a arrancar.
Mientras lo llevaba a casa, se sentó en silencio. Una vez que
llegamos, me invitó a conocer a su familia.
Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente
frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos.
Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación.
Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos
pequeños hijos y le dio un beso a su esposa.
Posteriormente me acompañó hasta mi automóvil. Cuando pasamos
cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que lo había visto
hacer un rato antes.
"Oh, ese es mi árbol de problemas", contestó. Sé que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego en la mañana los recojo otra vez.
"Oh, ese es mi árbol de problemas", contestó. Sé que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego en la mañana los recojo otra vez.
Lo divertido es, añadió sonriendo, que cuando salgo en la
mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche
anterior...
Mateo 6:25: Por eso os digo, no os preocupéis por vuestra
vida, qué comeréis o qué beberéis; ni por vuestro cuerpo, qué vestiréis. ¿No es
la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa?
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