Los refranes utilizados por personas de la política peruana
resultan ser un buen escape a situaciones incómodas
Absolutamente genial la declaración de la primera dama sobre
la espantosa crisis en Venezuela.
“No se puede tapar el sol con un dedo”, ha sentenciado. Qué buena. Es la
respuesta más astuta de todas. Nada mejor que decir algo absolutamente
genérico, elíptico, enigmático, gaseoso cuando es obvio que preferiría hacer
como su hierático cónyuge y no decir ni chis ni mus. Es ahí que los refranes le
resultan utilísimos porque tienen un no sé qué de librescos y sirven para
responder a todas las preguntas. ¿No me creen? Lo demuestro. Entrevistemos
juntos a Nadine Heredia en nuestra imaginación. Pregunta: Señora Nadine, ¿qué
opina sobre la situación en Conga? Respuesta: Mire usted, a estas alturas ya no
se puede tapar el sol con un dedo. ¿Y qué opina de que Antauro haya salido de
prisión para cobrar un cheque? Aclarando que aquí no opino como esposa del
presidente ni como presidenta del partido, sino como una simple ciudadana,
déjeme decirle algo: no se puede tapar el sol con un dedo. ¿Y qué opina sobre
la inseguridad? Bueno, en ese tema quiero ser absolutamente clara y tajante: no
se puede tapar el sol con un dedo. (¿Ya ven? Nada mejor que un refrán bien
puesto para sacarnos de cualquier apuro y quedar como reyes opinando sobre
absolutamente todo sin tener que decir absolutamente nada).
Si en vez de llamar ‘muchacho de oro’ a su delfín Pablo
Secada –dejándonos entrever, incons- cientemente, que se trata de una alhaja–
doña Lourdes Flores hubiera tenido los reflejos de la señora Humala lo habría
resuelto todo con un refrán. Un oportuno refrán que aludiera, por ejemplo, a la
inexperiencia, a la presunta juventud del chico maravilla de las maestrías.
Pudo haber dicho, por ejemplo: “Nadie nace sabiendo”, “Echando a perder, se
aprende” o “Quien con párvulos pernocta excrementado alborea” rebuscado adagio
este que habría descomputado a más de uno, dejándola como la chancona que
siempre ha sido y no como la chica vengadora que nunca fue. Asimismo, la
emproblemada congresista Cenaida Uribe habría podido salir del paso del espinoso
enredo que la atenaza echando mano a algunos clásicos del ingenio popular: “Se
dice el milagro, pero no el santo”, “El ojo del amo engorda al caballo” o
“Quien pide al cielo y pide poco es un loco” dejando a todos rascándose el
mentón. Aunque suene cándida, esta podría ser la gran solución para Ollanta y
su inocultable vía crucis verbal. Que sus asesores, en el supuesto negado de
que existan, lo armen de un sólido repertorio de citas citables con las que él
pueda defenderse del odioso embate de los micrófonos sin tener jamás que
pronunciarse sobre nada. Señor presidente, ¿qué opina de la violencia en
Venezuela? Las cosas siempre pasan por algo. ¿Qué opina de la eventual
candidatura de Gastón? A Dios rogando y con el mazo dando. ¿Qué opina de que el
primer ministro Villanueva haya sido desautorizado por la primera dama? Cuando
el pobre lava, siempre llueve. ¿Y qué nos podría decir sobre el Caso López
Meneses? Éramos muchos y parió la abuela.
Por BETO
ORTIZ Periodista.
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