Un padre llevó a sus hijos a un parque de diversiones. Al
llegar a la ventanilla de las entradas, preguntó:
-¿Cuánto es?
– Son cinco dólares por usted y los niños mayores de doce
años. Los niños de once años y menores son tres dólares.
– Pues bien, el futuro abogado tiene siete el futuro médico
doce -dijo entonces el padre-. Así que supongo que le debo trece dólares.
Mientras la joven le daba el vuelto de los veinte dólares,
miró al muchacho de doce años, luego al padre y dijo:
– Usted podría haberme dicho que él tenía once años y yo
jamás me hubiera dado cuenta. Se podría haber ahorrado unos dólares.
-Es posible -contestó el padre-, pero mis hijos sí se
hubieran dado cuenta.
Ralph Waldo Emerson dijo en cierta ocasión: Lo que eres habla tan fuerte que no puedo
escuchar lo que dices.
Esto es cierto sobre todo mientras los hijos observan y
aprenden de sus padres. Los niños son los mejores imitadores del mundo. Copian
y repiten todo lo que ven a su alrededor y lo que más ven es la conducta de sus
padres.
En la práctica del arte
de la paternidad, un gramo de ejemplo vale más que mil kilos de sermones.
Efesios 5:1 Por
tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
mostrar siempre