Concluyó la primera vuelta del proceso electoral en el país,
dejando incertidumbre y heridas abiertas generados por peruanos contra peruanos.
Varios candidatos y sus seguidores hicieron gala de su capacidad de ser “anticandidatos”. Es decir, agredir, atacar,
atentar, arremeter, embestir, herir, pegar, golpear, arañar, picotear o apuñalar
a sus contrincantes en vez de exponer su plan de gobierno o hacer conocer su visión
de país hacia el bicentenario, lamentablemente destruyendo, de esa manera, los
valores más elementales de nuestra dinámica social y las redes sociales.
Al final de cualquier jornada, es muy saludable hacer un
alto, para analizar lo hecho, y pensar, meditar y reflexionar anteponiendo el interés
nacional, al interés personal o partidario. Ahora empieza la segunda vuelta.
Las condiciones son distintas porque se trata de dos candidatos, ya no de diez
como en la primera vuelta. Por consiguiente, ambos aspirantes a la primera
magistratura del país tienen la obligación de demostrar al electorado nacional,
cómo enfrentarán la crisis política en que vive el país.
La crisis política es preocupante, está
llevando al país a la extrema pobreza moral. Es necesario conocer el origen de
donde se inicia los errores de un mal gobierno y la razón del por qué
no pueden evitarse el desgobierno y los escándalos políticos que agudizan más la
pobreza moral. Lo deseable es que el candidato al poder, así como sus
equipos técnicos, deben ser políticos con principios y valores, veraz
en sus discursos y no hacer falsas promesas para engañar a sus electores. Su discurso debe
centrarse en la verdad y nada más que en la verdad y ajustar sus
argumentos en los valores de vida, que son: La verdad, la justicia,
la unidad, la libertad, la paz, la armonía y la vida. Solo de esta manera
no se engañara al pueblo y se evitaran las falsas promesas.
Asimismo debe terminar en los partidos políticos los
cupos de quien da más. Es
decir, que no se escogen a los más capacitados que sobresalen en aptitudes
especiales, sino que se escoge al
que paga más según el cupo establecido. Un gobierno debe estar
dirigido por personas inteligentes y sabios, con el fin de tener una excelente administración
en los asuntos del estado, sin perder de vista el sabio consejo: "que ha sido elegido para servir al
pueblo y no servirse del pueblo". Además los aspirantes al gobierno deben
demostrar en todos sus actos mucha humildad. Lo contrario de humildad es tener
una personalidad soberbia, con actitudes arrogantes y llenos
de orgullo que se traducirán en un fracaso seguro en el gobierno, porque
mostrar posturas soberbias antes de ser algo, significa que después de ser
elegido se creerá un dios, que puede hacer lo que le da la gana.
Finalmente el elector exige y espera debates alturados,
primero entre los equipos técnicos en asuntos de política económica, de
política educativa, de política de salud, de política ambiental, de política
social, etc. y luego entre ambos candidatos presidenciales con espacios de
tiempo razonables, que permitirían al ciudadano saber si son coherentes entre
sus ofertas y las aspiraciones del pueblo peruano.
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