Es lamentable y muy preocupante que los grupos políticos asentados
en el congreso sigan tercamente privilegiando el interés grupal en agravio del
interés nacional. Cuando un legislador expresa: “Han habido mil y una movidas, que me llevan a pensar que el sistema de
repartijas no para, sigue vigente en el Congreso” ¿Qué nos trasmite desde
el interior de este poder del estado? No solo eso es preocupante, sino que el partido
político Gana Perú, lanza la candidatura a la presidencia del Congreso, de
quién tiene por costumbre despotricar con sarcasmo y sin misericordia a sus
ocasionales adversarios políticos generando en los plenos congresales, desconfianza,
fricciones, y enfrentamientos innecesarios que colisionan con la unidad de
criterios que debe reinar en favor del interés común. Kant se revolcaría en su Tumba si supiera que de la Crítica pasan a
Criticones. A veces una crítica perjudica más que una guerra.
El Congreso es un foro político donde debe primar las razones
por encima de las pasiones y conveniencias partidarias. En última instancia
debe primar la razón de mayor peso en función del bienestar común. Pero cuando
se carece de argumentos para exponer ideas, se opta por ser un criticón,
como públicamente viene demostrando el que sería “nuevo” Presidente del
Congreso. Así, ¿Qué pasará en el Congreso? ¿Quién será el perjudicado? Eso es
ir de ¿Guatemala a Guatepeor? Pero ¿por qué?
En este laberinto peligroso al lado de Gana Perú sigue Perú
Posible, cuyo líder y fundador enredado en su telaraña de mentiras insostenibles
que pintan cuerpo entero su calidad ética y moral, se dio el lujo de vetar la candidatura
del Presidente saliente del Congreso, ocasionando un futuro sombrío en el
primer poder del estado, felizmente a excepción de cinco congresistas que
renunciaron a Perú Posible demostrando dignidad y solvencia con su razón de
ser.
La juventud, reserva
moral del país ha salido a las calles a participar en una movilización por el
centro de Lima expresando su rechazo a la repartija. Los políticos deberían
solidarizarse con ellos, en vez de seguir desafiando al pueblo con más
repartijas, ahora en cargos claves del Congreso y posteriormente en las
comisiones dictaminadoras. Es de dominio público que hay congresistas buenos,
regulares y pésimos; honestos y deshonestos. Todos se deben al pueblo. Pero no
todos trabajan por generar mejores condiciones de vida para la población. Por
la paz y eficiencia social los cargos claves del congreso deberían recaer en
los parlamentarios buenos, honestos y por consiguiente no habría la necesidad
de hablar de repartijas, tampoco de protestas sociales. Pero ¿quién hace
entender a arribistas, aventureros y pillos? He ahí el problema.
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