El título de este artículo pudo ser sin vergüenza, pero
parecería una agresión y no la triste constatación de cómo se manejan las cosas
en el país por la alianza gubernamental.
No tiene vergüenza el aliado Alejandro Toledo que regresa al
Perú para decir que todo lo que dijo en una sesión pública en el Congreso era
mentira, o por lo menos producto de un error, que no se había informado para
hablar. Cree que no es obvio que esté preocupado por las implicancias legales
de sus palabras.
No tienen vergüenza tampoco los que lo protegen a pesar de
ser evidente que Toledo miente. Lo resguardan el Partido Nacionalista, y
también sus serviles congresistas, que sin el liderazgo del mentiroso no serían
nada. Lo protege Ollanta Humala y sus ministros que están dispuestos a
cualquier cosa antes de perder su mayoría congresal.
No tienen vergüenza los ministros que obedecen las órdenes de
la esposa del Presidente. Con la cara dura, reconocen como si fuera normal que
los ministros se reúnen con la señora Heredia para discutir asuntos de Estado.
Sin ningún pudor defienden el concepto de "pareja presidencial" como
si los peruanos escogiéramos para conducir a la nación a un par de esposos.
No tiene vergüenza los del Partido Nacionalista que nos han
llenado en este Congreso y en el anterior de una serie de sacha políticos
impresentables, cuya cereza en la torta es la presencia de acusados por
narcotráfico, como Nancy Obregón, a la que han cobijado como si se tratara de
un personaje imprescindible, dándole trabajo a ella y su familia.
No tienen vergüenza los congresistas que pretenden elegir a
los más altos cargos en el Tribunal Constitucional y la Defensoría del Pueblo a
gente que no tiene credenciales para ello. Quien persiguió a Baruch Ivcher no
puede ser luego Defensora del Pueblo; quien su mayor logro profesional es el
haber sido asesor de Víctor Isla, no puede estar en el Tribunal Constitucional.
Quien adhiere a ideologías comunistas, no puede resolver la aplicación de las
leyes en una democracia, quien defiende a quien atentó contra la democracia no
puede ser miembro del TC.
Pero los ciudadanos decentes sí sentimos vergüenza de quienes
nos gobiernan.
Artículo escrito por Juan Carlos Valdivia
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