Dar a luz a un bebé y
criar un niño es la experiencia más grandiosa de la vida natural.
Un niño es un regalo eterno.
No lo tenemos por una temporada, sino para siempre.
Los bebés están muy cerca de Dios. Vienen derechito del
Cielo.
Aunque es muy misteriosa la forma en que el Señor proyecta y
dispone Su creación, tenemos la certeza de que no comete errores. Dios es el
creador de las almas. Es Él quien concibe esa chispa de vida, la unión de
cuerpo y espíritu para formar un alma humana.
Es obvio que un niño no solo es un regalo divino, sino
también una tarea.
Si Dios te ha dado un niño, tu deber primordial es criarlo
como es debido.
Tus hijos son la tarea que Dios te encomienda. Son también
hijos Suyos —es cierto—, pero Él pide que nosotros los cuidemos y los formemos.
Aunque se trata de una labor que exige plena dedicación, trae
consigo grandes recompensas y beneficios. Debemos estar muy orgullosos de ser
padres, porque la nuestra es la tarea más importante del mundo. Al fin y al
cabo, labramos el futuro.
El mundo del mañana será lo que los padres de hoy hagan de
él.
Lo forjan los padres según la crianza que den a sus hijos.
Lo forjan los padres según la crianza que den a sus hijos.
Nunca debemos menospreciar la formación de nuestros hijos.
¿Sabías que, de todo lo que un niño aprende, más importante
lo asimila antes de los cinco años?
Piensa entonces en lo crucial que es impartirle la debida
instrucción y enseñanza durante esos primeros años formativos.
Por eso dice la Biblia: «Instruye al niño
en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él»
Jesús dijo: “Dejad a
los niños venir a Mi, y no se lo impidáis; porque de los Niños es el reino de
Dios” Jesús ansia llegar a ser su mejor amigo y salvador de los niños.
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