El Mar Muerto, localizado
entre Israel y Jordania es famoso por ser el punto más bajo de la superficie
terrestre. Es también una viva atracción turística por sus saludables
balnearios, a los que se dirigen muchos para tomar baños de agua salada, y
comprar cosméticos elaborados con el lodo de ese mar.
¿Te has preguntado alguna vez
por qué le denominan Mar Muerto? Diferente a la mayoría de los grandes
lagos, este no tiene salida. El río Jordán fluye hacia el Mar Muerto pero
no hay circulación a la inversa. Sin compartir lo que recibe, muere. Lo mismo se aplica a los
seres humanos. Cuando recibimos dones de talento, educación, capital
financiero, u otros recursos, podríamos pensar que al compartirlos con otros,
quedaría menos para nuestro disfrute personal. Sin embargo, cuando no ofreces
de ti mismo a otros, una parte de tu ser, muere.
Como el Dr. David Livingstone
comentara en una ocasión: Las personas hablan del sacrificio que he hecho
pasando en África, gran parte de mi vida. ¿Puede esto ser llamado sacrificio,
si tan sólo es admitir una gran deuda con nuestro Dios que nunca podremos
pagar? ¿Es un sacrificio algo que te recompensa con salud, con la
conciencia de estar obrando bien, con paz mental y una radiante esperanza de un
glorioso destino? Enfáticamente, no es un sacrificio. Antes es un privilegio…
De esto no debemos ni hablar si recordamos el gran sacrificio que Él hizo,
dejando el trono de Su Padre en lo alto, para darse a Sí mismo por nosotros. Permitamos
que el río del amor de Dios fluya de nosotros hacia todos los que nos rodean. Y
no os olvidéis de hacer el bien y de la ayuda mutua, porque de tales
sacrificios se agrada Dios. (Hebreos 13:16)
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