Los desacuerdos son una parte natural de trabajar juntos, y
los diferentes puntos de vista son cruciales para la creatividad y los procesos
de resolver problemas. Con todo, la fricción originada cuando surgen
diferentes opiniones puede causar dolor innecesario y pérdida
valiosa de tiempo y energía.
A veces, la mejor manera de convencer a alguien a su punto de
vista, mientras se mantienen abiertas las líneas de comunicación, es con el
simple silencio y empezar a enyesar.
Benjamín Franklin aprendió que esparcir yeso en los campos
haría crecer las cosas. Se lo dijo a sus vecinos, pero no le creyeron,
argumentando que el yeso no ayudaría para nada al crecimiento del pasto ni del
trigo.
Pasado un tiempo, que ya se habían olvidado del asunto, se
fue al campo temprano en la siguiente primavera y sembró trigo. Cerca del
camino, por donde los vecinos pasaban, trazó algunas letras con su dedo y puso
yeso en ellas.
Al cabo de una o dos semanas, la semilla brotó. Sus
vecinos, al pasar por allí, se quedaron boquiabiertos cuando lo vieron.
De un verde más brillante que todo el resto del campo, brotó el mensaje
sembrado de Franklin en letras grandes: A esto se le echó yeso.
¡A Benjamín Franklin ya no le hacía falta discutir con sus vecinos
sobre los beneficios del yeso!
La respuesta a ciertos desacuerdos quizá esté en
dejar de hablar y probar juntos varias soluciones, medirlas y compararlas con
las normas, y luego resumir el proceso de selección. Mientras tanto, los
temperamentos se enfrían, la objetividad vuelve y pueden surgir nuevas
opciones.
La mejor manera de que
alguien te agarre por el cuello es que mantengas la boca cerrada.
Anónimo.
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