Hay ciertas situaciones de desobediencia o acciones
incorrectas de los hijos que hacen difícil mantener siempre la calma, por lo
que es inevitable que los padres se enojen de vez en cuando. Muchos reaccionan impulsivamente aplicándole un
castigo como puede ser zarandear, jalón de oreja, amenazar “la próxima vez
que respondas así, te va ir muy mal”, retirarle el afecto “ya no te
quiero, vete de aquí”, la burla “ahí está otra vez el cochino de la casa”, los
chantajes “me vas a enfermar”, así por el estilo algunos ejemplos de las
diferentes maneras de castigar.
La realidad es que el castigo es de los peores métodos
que se pueden utilizar, después de todo, un niño castigado severamente no
aprende a controlarse sino sólo evitar el castigo, lo cual puede producirle
enojo, deseos de venganza, resistencia a colaborar y/o miedo. Podrá lograr que
con el castigo cambie su comportamiento pero sólo de momento, en cuanto
desaparezca la vigilancia, volverá hacerlo.
Lo ideal es que el niño aprenda a comportarse acorde a
los límites, normas y valores por el mismo, y no porque está sujeto a una
autoridad que lo controle y lo sancione.
Utiliza mejor otros métodos positivos para disciplinar
y enseñarle a ser responsable, considerando lo siguiente:
1) Corregir
en el momento.- Cuando comienza una
conducta negativa del niño es necesario detenerla en el momento, pero antes es
necesario que el padre o la madre esté en calma. Si se siente muy enojado es
válido hacerlo saber y expresarle “esto que hiciste me molestó”, que
lo diga con energía pero sin agredir. Si de manera ocasional, se actúa
impulsivamente hacia el hijo, entonces hay que pedir perdón cuando se hayan
excedido.
Una vez listos para hablar de la conducta errónea del
hijo, se debe explicar por qué no se acepta lo que hizo. Tiene que saber cómo
afecta su comportamiento a otros y a él mismo, y también qué puede hacer para
remediarlo.
La disciplina acompañada de una explicación se puede
aplicar a partir de los 2 años de edad, antes de esa edad el bebé solo necesita
orden y hábitos estables.
2) Aprender
de las consecuencias.- Hay un camino
mucho mejor para lograr el buen comportamiento de un hijo, funciona más que
cualquier discurso, amenaza o castigo, esto es permitir que vivan las
consecuencias de su comportamiento, si es agradable, el niño va repetirla; si
le molesta, va decidir hacer otra cosa. La cuestión es que no se le proteja ni
le impida vivir los efectos de su conducta; por ejemplo, no hizo la tarea a tiempo,
entonces no sale a jugar con sus amigos. Esto no es castigo, es consecuencia
por no cumplir con sus obligaciones.
En ocasiones las consecuencias naturales de sus actos
no siempre son suficientes para disciplinar. A veces no se ve afectado
directamente por lo que hace, más bien perjudica a otros, entonces es cuando se
deben buscar otras consecuencias relacionadas con lo que hizo; ejemplo, si
agrede a sus compañeritos, hay que quitarle el objeto con lo que lo hizo y
aislarlo hasta que se tranquilice y quiera remediar el daño por su propia
voluntad.
Buscar siempre que la consecuencia tenga proporción
con lo que hizo, si tiró las cosas de un cajón, su consecuencia es guardar todo
de nuevo en su lugar, no que será privado de jugar todo el mes.
3) Procurar
ser coherente.- Identifica con
sinceridad si lo que estas pidiendo al niño es coherente con lo que haces,
ejemplo, si contesta grosero o incluso pide las cosas a gritos, ¿por qué lo
está haciendo? es algo ocasional o es una conducta que ve en casa. El ejemplo es una manera de enseñar
algunos valores, principios y normas.
Tú eres su modelo a seguir en orden, limpieza y el
trato hacia los demás empezando por los de casa. Sé cómo te gustaría que se
comportara y vas evitar darle órdenes arbitrarias, inadecuadas o ilógicas para
él.
Recuerda es necesaria una explicación del porqué de la
disciplina, es una manera de enseñar al hijo a resolver los conflictos mediante
el diálogo, nunca con agresividad, porque nada justifica el maltrato a un niño.
No se le debe pegar, humillar, encerrar
o dejarlo sin comer. Eso no es disciplina, es castigo, lo que significa causar
sufrimiento al niño para que cambie su comportamiento.
Tampoco se trata de consentirlo y hacer lo que quiera.
Jamás debes renunciar a tu autoridad, el hijo necesita límites claros y firmes,
pero en amor y respeto.
Por último,
ten presente que sin corrección no hay sabiduría, sólo necedad. “No corregir
al hijo es no quererlo; amarlo es disciplinarlo”. Proverbio 13:24