Lo natural en madres que son psicológicamente sanas es que
amen a sus hijos y por ello les hacen saber con hechos y palabras que son
amados de manera incondicional; protegiéndolos, educándolos y ayudándoles a ser
mejores personas.
¿Qué sucede cuando una
madre en su papel de hija en vez de sentirse amada por sus padres se sintió
rechazada? Que en
lugar de recibir disciplina en amor, fueron gritos y explosiones; a cambio de
presencia fue ausencia; en vez de palabras positivas, fueron críticas y
ofensas, en vez de protección fue abuso.
Quizá le tocó vivir en un ambiente donde uno de los padres
consumía alcohol, drogas; el ver a mamá con uno y con otro. Incluso pudo tener
una excelente relación con sus padres, pero haber pasado una mala experiencia
con el esposo, el padre de sus hijos convocándole heridas en el alma, afectando
con ello también la relación con los hijos.
Si tú eres una madre que ha sido lastimada por éstas u otras
circunstancias de la vida que han hecho guardar cosas desagradables en tu
corazón, y que de manera inconsciente o consiente también estás afectando la
relación con tus hijos, te invito a que sigas los siguientes tres pasos.
1) Estar dispuesta Una madre lastimada, no significa que
no desee el bien a sus hijos o que no los ame, claro que los ama, pero es muy
difícil dar lo que no se tiene, y lamentablemente un alma herida, tiende a
lastimar a los demás. Provoca a veces, aunque no quiera momentos de
frustración, tristeza y enojo, por ello, se dan tantos casos de madres que por
cualquier detalle se la pasan gritando, dicen palabras hirientes,
ofensivas y hasta llega hablar mal de la paternidad.
Después pueden arrepentirse pero cuando menos lo piensan
siguen cometiendo el mismo error, entonces el primer paso para corregir el
camino, es estar dispuesta a limpiar y vendar las heridas. Para ello debes
aceptar que hay cosas de tu pasado que no puedes cambiar, y enfocarte en lo que
sí puedes como mejorar la relación con tus hijos y la manera de tratarlos.
Si hay algo en tu vida que te parece demasiado fuerte, puedes
salir adelante. La Biblia nos habla de grandes hombres y mujeres de Dios que
pasaron por dificultades muy grandes, incluso en algún momento perdieron los
ánimos de seguir viviendo. Personajes como Job, Moisés, Elías y otros, lograron
superarlas y sus circunstancias cambiaron logrando cosas sorprendentes.
2) Encuentra ayuda Sabemos que esta vida es muy corta y
que está llena de problemas, pero Dios es el principal interesado en que
superemos las adversidades, así que te invito a que hables con Dios. Comunícale
todo lo que sientes, vacía todas tus emociones, aquello que te ha lastimado y
que deseas sanar totalmente. Recuerda que la oración es el mejor recurso para
hablar con Dios en cualquier momento para cualquier cosa que quieras decirle.
Después busca a una amiga o alguien de la familia de
confianza que pueda escucharte. Platíquele también cómo te sientes y que tu
gran deseo es sanar tu corazón por lo que necesitas ayuda para superarlo, y si
es necesario juntas busquen a un profesional capacitado en tratar trastornos
emocionales.
Así como la gente que padece del corazón acude al cardiólogo,
las mujeres con situaciones de la matriz, acude al ginecólogo, también hay
psicólogos, psiquiatras, orientadores familiares que ayudan a quienes padecen
trastornos emocionales.
La ciencia reconoce que hay una amplia variedad de desórdenes
psicológicos, algunos de los cuales son emocionales y otros físicos. Que no te
dé pena buscar ayuda profesional, no tienes por qué avergonzarte, como tampoco
lo haces cuando acudes con un especialista por enfermedad física. Recuerda Dios
ha puesto la medicina y a los médicos en este mundo como un instrumento más.
3) Enfócate en lo bueno
Como en esta vida
todo es un proceso, mientras logras superar poco a poco las heridas del alma
con lo ya mencionado, es importante que te enfoques en lo bueno, tu(s) hijo(s).
Lo más valioso que Dios te ha prestado, para que le des lo mejor de ti, lo
ayudes a ser mejor persona, madre o padre de familia, un buen ciudadano y
siervo de Dios, para que al final del camino puedas decir “bien hecho”.
Si sientes que es muy tarde porque tu(s) hijo(s) ya están
grandes, déjame decirte que nunca es tarde para aprovechar la oportunidad de
hacer lo correcto. En este caso, tú, junto con el hijo (a) busquen
reconciliarse y recibir ayuda ambos, porque tus nietos merecen recibir lo
mejor, y los hijos de tus nietos también.
Hoy puedes hacer la diferencia con tu descendencia.
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