miércoles, 12 de marzo de 2014

DURMIENDO ENTRE LEONES

Puede ser que nos hayamos esforzado, que hiciéramos todo bien, que guardemos los mandamientos, sirvamos a nuestro prójimo, realicemos nuestro trabajo con diligencia, seamos las mejores personas que podríamos ser; nos podemos equivocar pero pedimos perdón, restituimos el mal hecho y seguimos  adelante, procurando no volver a cometer los mismos errores. Sin embargo,  sin importar lo buenos que podemos ser, existen momentos en los que nos toca dormir en medio de leones, no porque hayamos hecho algo malo, sino por una injusticia, por la envidia, las calumnias o los celos de los demás.
Daniel era un hombre capaz, fiel, honrado, responsable, confiable, sin faltas. Fue elegido como uno de los tres administradores del reino de Babilonia. Sus características y vida intachable no eran del agrado de los otros supervisores,  y por mucho que buscaban no encontraban nada de qué acusarlo.  Por lo que hicieron que el rey firmara un decreto por el que todo aquel que orara, dentro de un periodo de treinta días, fuera arrojado al foso de los leones. Cuando Daniel escuchó la noticia fue a su casa a orar y no lo hizo de escondidas, sino que con las ventanas abiertas, como de costumbre, oraba tres veces al día.
Viendo esto, los funcionarios fueron ante el rey y le recordaron el decreto que había firmado y por más que el soberano buscó cómo salvar a Daniel no encontró una salida. Así que mandaron a apresar a Daniel y que lo arrojaran al foso de los leones y el rey le dijo: “Que tu Dios, a quien sirves tan fielmente, te rescate”. Luego, el rey regresó al palacio y pasó toda la noche en ayuno, rechazó sus entretenimientos habituales y no pudo dormir toda la noche. Al día siguiente, muy temprano, el rey fue rápidamente al foso de los leones y gritó: “¡Daniel, siervo del Dios viviente! ¿Pudo tu Dios, a quien sirves tan fielmente, rescatarte de los leones?”
Para su sorpresa, Daniel respondió: “¡Qué viva el rey!  Mi Dios envió a su ángel para cerrarles la boca a los leones, a fin de que no me hicieran daño, porque fui declarado inocente ante Dios y no he hecho nada malo en contra de usted, su Majestad”.
Lo mismo sucede en nuestras vidas, familiares, amigos e incluso jefes, pueden tratar de salvarnos de la trampa en la que caímos pero hay momentos en los que debemos depender de Dios totalmente y pasar una noche en el foso de los leones.
Recuerda que sin importar cuántos leones te están rodeando, lo feroces que luzcan o si tu noche parece eterna, Dios siempre mandará un ángel para que cierre la boca de los leones y cuando amanezca, te sacará de ese foso sano y salvo. Y no sólo eso, sino que tu vida serán un ejemplo vivo de la fidelidad, la misericordia y el amor de Dios, prosperarás aún más y verás cómo Dios hace justicia a tu favor.
“Pues el Señor es justo y ama la justicia; los íntegros verán su rostro”. Salmos 11:7
A veces con la desesperación y la angustia por nuestra situación, pensamos que Dios nos ha olvidado y que es injusto, pero Él permite que pasemos estas pruebas porque tiene un propósito para nuestras vidas y su justicia siempre prevalece. Dios puede permitir que duermas entre leones, pero nunca permitirá que te hagan un sólo rasguño.

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