Sabemos que educar a los hijos no es tarea fácil, y menos
cuando se trata de corregirlos en el proceso de su formación, porque es cuando
más a prueba se pone la paciencia, el amor y sabiduría de los padres para
hacerlo correctamente sin necesidad de herirlos, o dejar que les gane el enojo
o la frustración.
Es importante puntualizar que la corrección de los hijos debe
llevar siempre como objetivo la mejora de la persona, es parte del equilibrio
en su educación, por ello el hombre más sabio de la Biblia escribió: “La
necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la
alejará de él”. (Proverbios 22:15)
El sabía que la clave para mejorar la conducta de un hijo es
ayudándole a rectificar. Pero la manera
de corregir debe ser equilibrada, esto es: no ser demasiados severos al grado
que te obedezcan por miedo, o demasiado condescendiente que te hacen creer que
sí te obedecen. La corrección de una conducta no deseada es siempre a favor
de ambas partes, de los padres porque logran el objetivo de manera armoniosa y
de los hijos porque les ayuda a mejorar como personas. Así que si estás
interesada en corregir correctamente a tus hijos considera las siguientes
verdades:
AMOR: Cuando hay una conducta no deseada de
los hijos, es clave recordar que la principal motivación a corregirlos es el
amor hacia ellos. Como sabemos el amor no se enoja fácilmente ni se irrita, así
que piensa antes de actuar o decir las cosas. Que no te gane el coraje, la
desesperación o la frustración, porque puedes lastimar o herir, cuando lo que
se busca es educar en amor; no gritar o alzar la voz solo porque no reacciona a
la primera como tu espera. La mejor
decisión que puedes tomar al corregir es comunicar correctamente tu mensaje,
hablando con autoridad pero no con gritos, y muy pero muy importante hablar
sobre la acción sin descalificar a la persona, por ejemplo decirle al hijo que
mantenga en orden su cuarto sin llegar a decirle que es un sucio o una palabra
más ofensiva, o decirle eso está mal hecho sin llegar al eres malo, recuerda
atacar a la persona no es corregirlo es atacar su autoestima. Enfócate en la
acción, error o en la falta pero no a su persona. Si tratas a tu hijo como es
lo deteriorarás, pero si lo tratas como puede llegar a ser lo desarrollarás.
DISCIPLINA: Parte de una buena educación a los
hijos es la capacidad de los padres de establecer límites y normas, que al no
cumplirlas o hay una resistencia a la obediencia se le debe mostrar al hijo su
consecuencia, no castigo. Si se le indica como castigo la mamá quedará como
mala; pero si se le indica como consecuencia aprenderá que es resultado de lo
que él hizo. Por ejemplo, se le
puede decir si no haces la tarea ahora tu consecuencia será no salir a jugar
con tu vecino más tarde. Si aún así no obedeció en el momento, lo hizo más
tarde y terminó a tiempo para salir a jugar, tu advertencia sobre la
consecuencia debe ser firme. Aunque se resista, es importante explicarle el por
qué de su consecuencia. Con voz firme, pero sin gritar. A su vez puedes
sugerir una alternativa, por ejemplo hoy no vas a salir a jugar porque es tu
consecuencia de no obedecer en el momento, pero que te parece si mañana cumples
con tu tarea a tiempo te daré una hora más de permiso para que juegues en la
tarde. Es una manera de que se sienta compensado.
Asimismo es importante destacar que los limites, las normas y
reglas en general se dejan claras en casa, así como la llamada de atención por
no cumplirlas. Nada de avergonzar al hijo fuera de casa, de divulgar su
comportamiento o regañarlo delante de otras personas. Cómo te sentirías si en
tu trabajo, tu jefe te convoca a una reunión de trabajo donde aprovecha para
llamarte la atención delante de todos tus compañeros, lo mismo pasa con los
hijos, así que no los avergüences, no afectes su autoestima, habla con ellos en
privado.
PACIENCIA: La paciencia es una de las mejores
demostraciones de amor, porque solo así logras sacar lo mejor de la persona, en
este caso lo positivo de tu hijo(a). Aun recuerdo de niño cuando mi madre quiso
que aprendiera el reloj, primero se sentó muy linda indicándome las manecillas
de la hora, minutos y segundos, pero se desesperó porque no lo aprendí como
ella quería y terminó gritándome; luego llegó mi padre y quiso hacer lo mismo,
pero pasado el tiempo terminó igual o peor de desesperado que mi madre, gracias
a Dios mi abuelo me rescató, muy lindo me
tomó de la mano y me llevó a la sala donde con todo su amor y paciencia me
explicó paso a paso el reloj, se tomó todo el tiempo hasta que lo comprendí. Hasta el día de hoy recuerdo que fue gracias a mi abuelo a su
templanza y paciencia que aprendí el reloj. ¿Por qué? Porque fue el único que
no me gritó y me esperó hasta que comprendiera bien las cosas.
Los gritos, el enojo, la desesperación no logran nada
positivo en los hijos, al contrario los lastimas y con el tiempo pueden
acumular resentimiento hacia sus padres. Es con paciencia, firmeza y amor que
se les dice cómo. De grande te lo van agradecer y te lo van a reconocer, de lo
contrario si sólo reciben gritos e histeria de tu parte solo provocarás que se
aleje de ti, que prefiera estar con los abuelos, tíos, primos, amigos vecinos,
antes que contigo. Así que considera estos tres verdades que te comparto para
corregir correctamente, ganándote el respeto y admiración de tus hijos.