Ámense los unos a los otros como yo los amo, es el
mensaje universal de Dios para todos los tiempos. En Semana Santa debe
quedar claro que Dios es Amor. Por eso nos pide hacer el bien a los demás, a
fructificar en unión con Él, nuestra vocación de servicio incondicional. Para los cristianos la semana santa no es el recuerdo de un
hecho histórico, es la contemplación del amor de Dios que permite el
sacrificio de su Hijo, el dolor de ver a Jesús crucificado, la esperanza de ver
a Cristo que vuelve a la vida y el júbilo de su Resurrección. La Resurrección
del Señor nos abre las puertas a la vida eterna, su triunfo sobre la muerte es
la victoria definitiva sobre el pecado.
Pero ¿Por qué diariamente vemos tanta violencia que degrada inclemente la dignidad humana en el Perú? Los parricidios, filicidios,
feminicidios, degollamiento de personas, sicariato, etc. es el pan de cada
día. ¿Qué pasa realmente en el país? ¿Cómo y dónde queda el mensaje de Dios, de
amarnos los unos a los otros como El nos ama? ¿Es un problema policial y
judicial solamente? No. Si la siembra es perversa, la cosecha será también igual
o más perversa. Frenar la perversidad y ferocidad de la conducta humana, más
que problema policial y judicial, es problema educacional.
Todos los seres humanos nacemos para hacer el bien, porque donde
vivimos, existen principios naturales, profundos y universales, como la
igualdad, la verdad, la libertad, la justicia, la solidaridad, etc. Si todos
nacimos para el bien ¿por qué hay tanta gente que se comporta mal? Porque los
infantes o los bebes observan a sus padres y de ellos “aprenden” conductas que
pueden afirmar o contradecir esos principios naturales, profundos y universales.
Conforme los infantes se transforman en niños, adolescentes y jóvenes reciben,
además la influencia de las conductas de otras personas, como los parientes, vecinos
y la ciudadanía en general. Por eso el ser humano cuando crece, puede comportarse
adecuada o in adecuadamente de acuerdo a lo asimilado, principalmente en la
primera infancia. En este contexto la educación
peruana asume la responsabilidad de que se cumpla, que los seres
humanos nacemos para hacer el bien y no para hacer el mal, es decir, para
amarnos los unos a los otros, como Dios nos ama.
Pero eso nos así en el Perú. La educación pública peruana no logra socializar al estudiante. Si en
la vida escolar los niños y jóvenes no aprenden a vivir en sociedad, cumpliendo
sus deberes, así como ejercitando sus derechos y respetando el derechos de los
demás, es imposible que lleguen a
humanizarse, es decir, a vivir practicando valores, como los señalados: la
igualdad, la verdad, la libertad, la justicia, la solidaridad, el respeto, etc.
La educación pública peruana está a la deriva, cada vez va de
mal en peor. A los encargados de socializar y humanizar a los estudiantes, que
son los profesores y padres de familia, se les tiene de rodillas, muertos de
hambre, humillados y marginados del derecho de participar en la toma de
decisiones respecto a la política educativa y magisterial del país. Por
consiguiente, si la siembra de quiénes gobiernan, es perversa, lo que la sociedad
cosecha, es aún más perversa. Ojala, que la Semana Santa permita a los
peruanos, desde el primer magistrado hasta el humilde ciudadano, a pensar, meditar
y reflexionar; y cambiar la inhumana educación peruana, entre otros, para
cumplir lo que el Señor nos pide: Ámense los unos a los otros como Yo los amo y frenar la atroz violencia social que vive el país.
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