Lo más difícil en la vida de muchas personas es aprender a equivocarse sin derrumbarse, es decir de saber reconocer un error sin sentirse terriblemente humillado. Muchos dejan de hacer cosas que en el fondo desean tanto, por terror a hacerlas mal o equivocarse y quedar en ridículo. No quieren jugar un partido de ajedrez, porque dicen que no juegan bien; no postulan a la universidad por temor a no ingresar, huyen de la chica por temor a que no le haga caso, etc. Les falta arriesgar y saber aceptar con serenidad los resultados aún adversos. Estas personas buscan ser ”perfeccionistas”, por tener cualidades y pensamientos muy positivos como por ejemplo la creencia en que todo trabajo debe estar religiosamente bien hecho, el procurar terminar bien las cosas y si fuera en el menor tiempo mejor, cuidar los detalles en cada uno de sus movimientos, etc. Todo esto puede ser magnífico, excelente, pero recordemos que no existe “la perfección”, siempre hay algo que falla.
Quienes desean ser perfectos, generalmente viven tensos, su minuciosidad les hace ser lentos, y con frecuencia son demasiado exigentes con quienes no son tan perfeccionistas como ellos, catalogándolos muchas veces de inferiores. Al no sentirse cómodos con el mundo que le rodea, y sentirse superiores, prefieren aislarse o simplemente la sociedad misma los rechaza.
Es importante saber que los fracasos son algo natural al hombre, le siguen como la sombra al cuerpo. No existe persona en el mundo que no se haya equivocado alguna vez. Debemos aprender a darnos cuenta de que no es una tragedia equivocarse, puesto que la calidad y superación de toda persona no está en no fallar, sino en saber reponerse de sus errores y seguir adelante.
Da pena ver a personas inteligentes venirse abajo y abandonar una carrera al recibir su primer tropiezo; a chicos o chicas jóvenes que fracasan en su primer noviazgo y maldicen contra toda la humanidad; a otros que no pueden soportar un mal momento con los amigos... sea lo que sea, es necesario decirles, aunque les duela, QUE EL MAYOR DE LOS FRACASOS ES DEJAR DE HACER LAS COSAS POR MIEDO A FRACASAR.
Recordemos que errar es humano y divino saber reconocer. Lo importante es no volver a cometer los mismos errores, o volver a tropezarse con el mismo obstáculo. Cada cual debe sacar de sus errores o caídas enseñanzas o experiencias duraderas para el futuro y eso los hará más humildes, capaces y mejor aceptados en la sociedad.
Aquí un ejemplo: Pedro encontró a su hermana Luz llorando desconsoladamente. Le pregunta: ¿Qué te pasa Luz? Me duelen los pies –responde limpiándose las lágrimas. Pedro ve los pies de su hermana y le dice: Pero Luz, te has puesto los zapatos al revés. Luz, tras un instante de comprobar que su hermano estaba en lo cierto, comienza a llorar más fuerte. Pedro desconcertado lo interrumpe: ¿Y ahora qué te pasa? ¡Ahora me duele mi “orgullo”!.